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Nos es grato darles la bienvenida a este blog, de la Red de Blogs Luz y Verdad. Nuestro objetivo es contarle a usted nuestras experiencias relacionadas con la fundación de los Estudios Dirigidos de Superación Bíblica (EDISUB), el programa de preparación ministerial de las Asambleas de Dios en Cuba.

También estamos incluyendo una reseña de los acontecimientos más importantes de la historia de la Educación Cristiana, de las Asambleas de Dios cubanas, hasta la década del 1980.

Es nuestra oración al Señor que él los bendiga ricamente.

En el amor de Cristo Jesús,

Pastor Luis E. Llanes.

Hermana Alba Llanes.

Los orígenes de EDISUB



La mies es mucha; los obreros, pocos.

A sesenta y cinco kilómetros de Ciudad de La Habana, hacia el Este, a la orilla de la Autopista Nacional – esa blanca cinta que se desenrolla a lo largo de la Isla –, hay un sitio llamado Primer Paso. En la década del 80, era un diminuto caserío, conformado por unas sesenta casas y apenas dos polvorientos caminos cruzados, a modo de calles. Los cañaverales formaban una tupida muralla que guardaba al poblado de la indiscreta mirada de los viajeros, que circulaban por la autopista. A ese lugar, conocido por unos pocos, en la sureña geografía de la provincia de La Habana, arribamos el 11 de junio de 1986. Siete de familia: mi papá, Luis Llanes; mi mamá, Melba Labrada; mis hermanos: Luis Daniel, Olga Lidia y Pablo Elías; mi abuelita materna, Benedicta, y yo, Alba. Llegamos allí con un propósito: iniciar la organización de un programa de estudios teológicos, bíblicos y ministeriales que supliera la urgente necesidad de preparar, con eficacia, líderes locales y nacionales, en las diferentes áreas del ministerio cristiano.

Desde principios de la década del 60, las Asambleas de Dios, en Cuba, no contaba con una institución académica que permitiera preparar a sus ministros. A lo largo de todos esos años, se habían estado empleando diferentes medios para hacerlo, pero los mismos habían tenido un alcance muy limitado. Hacia el año 1969, por ejemplo, se había fundado, en La Habana, la Escuela Bíblica de Occidente. Durante muchos años, hasta bien avanzada la década del 80, cooperó para la formación de un buen número de hermanos que, aún hoy, sirven al Señor. Lamentablemente, su área de acción se reducía a la capital. Los intentos de abrir escuelas similares, en otras ciudades, fallaron.

Otro sistema empleado fue el de enviar a pequeños grupos de jóvenes a seminarios teológicos de otras organizaciones: en la década del 70, algunos estuvieron estudiando en el Seminario Nazareno y, a principios de los 80, otros llegaron a graduarse del Seminario de los Pinos Nuevos. El mayor problema que se presentaba, en todos estos casos, era lo limitado del número de hermanos que tenían acceso a este tipo de estudios. Hacia los años 81 y 82, aproximadamente, el CUDEM (Curso de Estudios Ministeriales), de la Iglesia del Nazareno, se convirtió en una alternativa de preparación ministerial para muchos de nosotros. Debido a que su modalidad era de estudios a distancia, el acceso al mismo se hacía más fácil para aquellos que no vivíamos en La Habana. Algunos de los que nos inscribimos en él pudimos, inclusive, graduarnos.

En 1984, el entonces secretario nacional de las Asambleas de Dios, el hermano Hugo Vidal, fundó, en Ciudad de La Habana, el Centro de Estudios para Ministros Presbiteriales (CETEMIP, por sus siglas), de efímera duración. Dieciocho alumnos en total, diez jóvenes y ocho señoritas, fuimos convocados de diferentes partes de Cuba, para capacitarnos intensivamente. El programa sólo pudo funcionar, en forma efectiva, un año. Gracias a Dios, la inmensa mayoría de los que pasamos por allí, todavía estamos en el servicio del Señor, tanto dentro como fuera de Cuba.

De modo que, para 1986, la necesidad de responder a las demandas de un sistema efectivo y extensivo de capacitación ministerial, era realmente acuciante. Hacia fines del mes de abril o a principios de mayo, de ese año, en un viaje que realizaban juntos algunos miembros del Comité Ejecutivo, surgió la idea de crear un programa de estudios – originalmente se pensó que fuera sólo por correspondencia – que llegara a todo el país. Entre los que estuvieron presentes en esa histórica conversación, llevada a cabo en un auto, estaban el hermano Humberto Martínez Sabó, en aquel entonces superintendente nacional; el hermano Herminio Pupo, tesorero nacional, y el hermano Alvio García, que ya partió con el Señor, y que fuera vicetesorero nacional. Fue allí, en esas circunstancias, que surgió la idea de hablar con mis padres, para que trabajásemos en la organización y concreción de ese proyecto.


Un sueño, una visión, un anhelo cumplidos.


Recuerdo claramente la tarde en que el hermano Sabó, acompañado de otros hermanos, llegó a nuestra casa para hablar con papi y mami. Para esa época, nosotros estábamos viviendo en San Francisco de Paula, en Ciudad de La Habana. Papi había entregado el pastorado de la iglesia en ese municipio habanero, y estaba dedicándose a la enseñanza y predicación por las iglesias. El Comité Ejecutivo propuso, a mis padres, la posibilidad de que toda la familia se trasladara a Primer Paso, con el fin de que cuidáramos las instalaciones de la iglesia allí, y pudiéramos dedicarnos plenamente y con tranquilidad, a la organización y preparación de los cursos bíblicos. Esa misma noche, luego de que se retiraron de mi casa los hermanos del Ejecutivo, nos sentamos alrededor de la pequeña mesa de comer, para comenzar a redactar el borrador de un anteproyecto. Durante los siguientes días, en medio de los trámites de mudanza, el sistema de estudios conocido actualmente como EDISUB, fue tomando forma.

Aquellos tiempos fueron realmente preciosos y emocionantes para nosotros. Yo sabía que mi padre había anhelado, durante años, hacer algo realmente extenso y efectivo en lo concerniente a la preparación de ministros. Cada vez que surgía la posibilidad de abrir alguna escuela bíblica, en alguna iglesia local, él estaba presente. Yo tenía unos seis años cuando, por primera vez, lo vi acongojado y frustrado, después del fallido intento de abrir una escuela de preparación ministerial en la ciudad de Holguín. Mi mamá siempre lo acompañó en ese sentir, y compartió con él esos anhelos. Ambos me los habían transmitido a mí. De modo que allí estábamos los tres, ante un desafío, cuyas consecuencias ignorábamos, cuyo alcance no podíamos calcular, cuyo futuro era, humanamente hablando, incierto. Sin embargo, en aquel momento, nada de eso nos importaba. Había en nosotros un impulso irresistible de hacer sencillamente lo que entendíamos que Dios quería que hiciéramos, sin importar los fracasos anteriores, los riesgos presentes, y aún los peligros futuros, que pudieran presentarse.

La dirección del Espíritu Santo se dejó sentir en cada momento y en cada aspecto de la organización. Debido a ciertas razones que obvio, no podíamos llamarlo “Instituto” ni “Seminario”, de modo que nos pusimos a buscar una manera de denominar al programa. Originalmente, pensamos llamarlo EDISUC (Estudios Dirigidos de Superación Cristiana), pero el nombre era demasiado genérico, de modo que optamos por las siglas EDISUB (Estudios Dirigidos de Superación Bíblica). El término “Dirigido” marcó, desde un principio, el sistema de estudios que lo caracterizaría. Casi inmediatamente después de comenzar a organizarlo, se descartó la idea de que fuera solo por correspondencia. Entendimos que debíamos organizarlo de tal modo que los alumnos pudieran reunirse eventualmente, en encuentros dirigidos por monitores, supervisados a su vez por coordinadores de sección. Esto traería, como resultado, varias consecuencias positivas: primero, se conjuraba la soledad y el desánimo que muchas veces cunden cuando el alumno estudia solo; segundo, se facilitaba la comunicación entre la Dirección de EDISUB y los alumnos, ya que los monitores y coordinadores serían los nexos a través de los cuales podríamos estar en contacto mutuo y más estrecho; tercero, en cada lugar, dependiendo de las circunstancias, coordinadores, monitores y alumnos, tendrían la libertad de determinar cómo y cuándo efectuar las reuniones de estudio. Recuerdo que, posteriormente, hubo grupos de alumnos como los de la iglesia de Camagüey, que se reunían una vez por semana, mientras que, en las montañas de la zona de Sagua de Tánamo, solían reunirse una vez cada dos semanas, debido a las condiciones geográficas.


Terreno fértil.


Para poder mecanografiar el texto final, compramos una vieja máquina de escribir, rota, que nos costó 25 pesos. Cinco pesos más se fueron en el arreglo. Con ella, y un poco de papel que pudimos conseguir, papi se sentó y pasó en limpio el borrador. A pesar del corre-corre de la mudada, el Anteproyecto del EDISUB estuvo listo para la Convención.

Aún antes de que fuera aprobado, el rumor del próximo inicio de EDISUB se extendió rápidamente. Los hermanos comenzaron a acercarse a nosotros con expectativa. Uno podía percibir el hambre de estudio de la Palabra que había en los corazones, el ansia de prepararse de una manera más sistemática para servir al Señor. Empezamos a entender que el terreno estaba fértil, que solo faltaba sembrar la semilla para que germinara y diera frutos en abundancia.

Yo siempre pensé que, una vez aprobado el Anteproyecto, habría que preparar un Proyecto, y que luego este tendría que ser sometido a una evaluación, para ver si se aprobaba, pero no fue así. Por unanimidad, se aceptó la organización del EDISUB, sobre las bases del documento que habíamos redactado. A partir de ese momento, comenzaría la carrera veloz para iniciar las clases seis meses más tarde, en enero de 1987.


El difícil comienzo.


Para comienzos del mes de julio, papi, mami y yo estábamos enzarzados ya en la preparación de los primeros materiales de estudio. Durante los siguientes meses, hasta diciembre de ese año, el EDISUB comenzó a tomar forma, ya no en los papeles, sino en la realidad.

El primer tiempo, en Primer Paso, específicamente esa segunda mitad de 1986, fue verdaderamente difícil. Realmente tenemos que reconocer la ayuda milagrosa que Dios nos dio: en primer lugar, por su cuidado en relación con nuestra integridad física, en los momentos difíciles que nos tocó vivir; en segundo lugar, por la suplencia de materiales para la edición e impresión del material de estudio.

La primera oficina que tuvo EDISUB fue el pequeño salón que servía de templo, en Primer Paso. Cuando llegamos allí, no había una casa pastoral propiamente dicha. La edificación contaba de un salón para reuniones, una larga y estrecha cocina – comedor, que corría a lo ancho del salón, en la parte de atrás del mismo; una pequeña sala, un cuarto y un baño. En el fondo del patio, había una casita de tablas de palma y techo de fibrocemento, que constaba de dos habitaciones. Nos acomodamos como pudimos. Mis hermanos varones ocuparon la pequeña sala que se convirtió, simultáneamente, en dormitorio, y en el sitio donde pusimos el mimeógrafo. El cuarto, que estaba al lado del baño, y que quedaba en el paso de todos, lo ocuparon papi y mami. Mi abuelita, mi hermana Olga y yo, nos fuimos a la casita del fondo. Nuestra gran compañía era decenas de alacranes que, sobre todo a las noches, pululaban por el lugar. Durante la semana, y en los horarios que no teníamos culto, usábamos el salón del templo como sala de estar, comedor y oficina de EDISUB. A la hora de comer, había que empezar a bajar los libros, los papeles y la máquina de escribir. Cuando había servicio, teníamos que levantar todo, armar las sillas, poner el púlpito, y hacer el proceso inverso cuando terminábamos. Aunque a veces solo estábamos nosotros, los integrantes de la familia, no dejábamos de celebrar los cultos, todos los jueves y domingos.

En las primeras semanas, sólo teníamos una máquina de escribir, de modo que papi y yo teníamos que turnarnos para usarla. Mientras uno transcribía los apuntes, el otro investigaba y escribía el manuscrito de la materia que estaba preparando. A papi y a mí nos tocaba transcribir lo que mami escribía, ya que ella no sabía usar la máquina de escribir. Más adelante, el hermano Humberto Martínez Sabó, le dio la noticia a papi de que nos iban a comprar una máquina de escribir nueva para el EDISUB. La alegría fue tremenda. Ambos fueron al lugar de ventas, y se aparecieron a la casa con una flamante máquina, bien grande, que facilitó considerablemente nuestro trabajo.

El otro problema que teníamos era el mimeógrafo. Nos prestaron uno muy viejo, que tenían en el sótano de la iglesia de Infanta. Era de aquellos de manigueta. El brazo casi terminaba descoyuntado, cuando tocaba imprimir el material que se iba a mandar. Sin embargo, lo peor era que disparaba tinta para todos lados. Como el primer tiempo lo tuvimos en el dormitorio de los muchachos, las sábanas de ellos terminaron adornadas con manchas negras, resistente a todo hervimiento y lejía.

A las limitaciones en los recursos materiales disponibles, se sumaba la falta de bibliografía adecuada para las investigaciones y la preparación del material didáctico. De los tiempos de sus estudios en el Instituto Bíblico, papi y mami habían reunido una pequeñísima biblioteca, de libros teológicos y bíblicos. Algunos de ellos, a lo largo de años, se habían extraviado o, sencillamente, no habían sido devueltos por personas a las que ellos se los habían prestado. De modo que, a esas alturas, los que teníamos a disposición, podían contarse en no más de 25 títulos. Yo había ido armando mi propia biblioteca con libros seculares que versaban sobre diferentes temas, pero no bastaba para llenar la verdadera necesidad.

Fue toda una aventura escribir el material de algunas de las materias. Recuerdo cuando me tocó preparar el texto de Geografía Histórica Bíblica. Necesitaba ciertos datos que no encontraba por ningún lado. Me fui a la biblioteca del pueblo de Los Palos, en el mismo municipio donde vivíamos. Me puse a hurgar en unos estantes de viejos libros, que estaban en una habitación, al fondo del salón principal. De repente, algo me impulsó a dirigirme a uno de los libreros ubicados más al fondo. Me agaché frente al mismo. Mis ojos toparon con un tomo grueso, de tapa dura, verde grisácea. Lo saqué. En la portada se leía: “Historia de Israel”. Entre otros viejos libros, cubiertos de polvo, el Señor me había guiado a descubrir un valioso volumen que me ayudó en la preparación del material. Aunque no lo prestaban, hicieron una excepción conmigo. Lo llevé a casa y copié, del mismo, en forma manuscrita, todo lo que más pude. En ocasiones, nos prestaban libros. Empezaba entonces una carrera contra el tiempo, para usarlos. Generalmente, aprovechaba para sacar copiosos apuntes, que escribía a mano o en la máquina. Esos apuntes se convertían, posteriormente, en bibliografía. Con el tiempo, hermanos que nos visitaban del exterior, adicionaron a nuestra magra biblioteca, algunos interlineales de griego y español, que compartimos con los coordinadores, y un diccionario bíblico en inglés.

A todo esto hay que adicionar el aspecto económico familiar. Debido a que en Primer Paso, en aquellos primeros tiempos, no había una congregación, el sostenimiento de la familia pastoral dependía exclusivamente de lo que papi devengaba del Fondo Unido Misionero. Dadas las características del lugar y a ciertas condiciones que imperaban, se hacía imposible que yo pudiera trabajar secularmente. De modo que papi llegó inclusive a salir a cosechar frijoles y maíz, con algunos campesinos del lugar, para suplir ciertas necesidades, sobre todo alimenticias. Por otra parte, el asentarnos en Primer Paso afectó directamente a mis hermanos, Luis Daniel y Olga, que tuvieron que comenzar a viajar diariamente, al Cotorro, en la Ciudad de La Habana, para estudiar en el Instituto Politécnico de la Antillana de Acero. No obstante a sus agotadores viajes diarios, usando el medio de transporte que viniera a mano, junto con Pablo, el más chico de mis hermanos, que a la sazón tenía once años, Luis Daniel y Olga nos ayudaron en la encuadernación de los materiales de estudio del primer semestre de primer año que, para diciembre de ese año, se distribuyeron por toda Cuba. Su valiosa ayuda, en ese sentido, continuó todo el tiempo que estuvimos trabajando para EDISUB.


Los “valientes de David”.


Una de las señales más palpables del respaldo de Dios al proyecto de EDISUB, fue la provisión de magníficos recursos humanos para el desarrollo de esta empresa de fe. El primero con el cual hablamos fue con el hermano Inocencio León, de Santiago de Cuba, que actualmente está en la presencia del Señor. Recuerdo que él visitó nuestra casa, en San Francisco de Paula, justamente en los días de la Convención Nacional de 1986. Allí mismo se brindó para cooperar con el proyecto. El entusiasmo de la hermana Josefita Bardanca fue realmente contagioso. Ya en esa misma convención, ella se nos acercó y nos dijo: “Si necesitan quién les ayude en Camagüey, cuenten conmigo”. La hermana Dulce Montalbán fue hasta Primer Paso, para ofrecer su colaboración. Así, uno a uno, fueron sumándose los hermanos y hermanas que llegaron a ser los primeros coordinadores de EDISUB: Raúl Muñoz Múnder, en la provincia de Guantánamo, en la zona de Baracoa; Moisés Guerra, en la misma provincia, en el área de Sagua de Tánamo; Inocencio León, en Santiago de Cuba; Pedro Velásquez, en Granma; Efraín Acosta Ortiz, primeramente, y luego su padre, Efraín Acosta Acosta, en Holguín; Josefa Bardanca, en Camagüey; Osvaldo Prado, en Ciego de Ávila; Moisés García, primero, y luego Roberto Manso, en Villa Clara y Cienfuegos; Dulce Montalbán, en La Habana; y Herminio Pupo, en Pinar del Río. De diferentes maneras, cada uno de ellos fueron acercándose a la visión, fueron tomándola y haciéndola suya, fueron expandiéndola y haciéndola realidad en sus respectivos lugares.


Aunque tu principio fuere pequeño.


Durante los meses que precedieron a ese enero del 87, fecha en que se iniciaron los estudios de EDISUB, el entusiasmo se regó por toda la Isla. Era emocionante ir recibiendo los paquetes con las planillas de inscripción, que nos iban haciendo llegar los coordinadores: treinta de un lugar; veinte, de otro; cinco, de más allá; diez, de más acá. La primera matrícula de EDISUB contó con alrededor de 300 inscriptos. Era una gran cifra para aquel momento. Al año siguiente, el número de inscriptos ascendió a casi 500. El programa comenzó a trascender las fronteras de las Asambleas de Dios. Hermanos procedentes de otras organizaciones cristianas se sumaron a las filas de los estudiantes de EDISUB. Fue como un abanico que se abrió. Cada año, el número de alumnos ha ido creciendo hasta llegar, actualmente a más de cinco mil, procedentes de más de cuarenta denominaciones evangélicas.

En diciembre de 1986, se llevó a cabo la distribución de los materiales de estudio de las cinco materias correspondientes al primer semestre del primer año académico. El hermano Humberto Martínez Sabó, personalmente, se encargó de trasladar las cajas con los textos de estudio, a lo largo de la Isla. Fue un viaje histórico. Durante varios días, el hermano Sabó, mi papá y otros hermanos más, viajaron en el auto del superintendente nacional, y distribuyeron los materiales didácticos, sección por sección, hasta llegar al extremo oriental del país, a la ciudad de Baracoa. El 1 de Enero de 1987, EDISUB fue ya una realidad completa.


El que comenzó la buena obra… la perfeccionará.


En ese año 1987, muchas cosas comenzaron a cambiar. En reconocimiento y respaldo al trabajo que se estaba realizando, el Comité Ejecutivo aprobó una ayuda adicional monetaria para papi. Yo comencé a recibir salario por el trabajo que realizaba. El hermano Alvio García, a la sazón miembro del Comité Ejecutivo, impresor nacional y director de la revista La Antorcha, y su esposa Virginia, se mudaron para Primer Paso, a una casa que la obra nacional había adquirido. Su presencia allí facilitó el proceso de impresión, pues EDISUB tuvo acceso a aparatos más nuevos. Por otra parte, nos dio la protección y cobertura que necesitábamos para imprimir los materiales sin problemas adicionales.

Ese mismo año, por gestiones que realizara mi papá, se pudo comprar la casa pastoral en Primer Paso, ubicada casi frente al templo. Las habitaciones que antes ocupábamos como vivienda, se convirtieron entonces en las oficinas del EDISUB, y de los equipos de impresión del hermano Alvio.


Presciencia y providencia de Dios.


El año 1988 será siempre imborrable para nosotros. Un mes y medio después del inicio del segundo año académico, a mediados de febrero, el mover del Espíritu Santo de Dios, que se estaba extendiendo por toda Cuba, llegó a Primer Paso. Durante seis meses, la mano del Señor obró de manera portentosa en ese rinconcito del sur de La Habana: milagros, señales y maravillas se contaron por decenas. El nombre de Primer Paso se sumó al de Madruga, al de Maffo, al de Santiago de Cuba y a tantos otros, en los que la llama del avivamiento comenzaba a cundir. En las primeras semanas de ese tremendo mover espiritual, llegamos a tener entre cinco y seis cultos diarios. Luego, tuvimos que limitarlos a los dos días semanales en los que siempre habíamos tenido servicio; pero en esos dos días, el primero de los cultos empezaba a las ocho de la mañana, y luego teníamos hasta tres más. Aún después de que las aguas tomaron su cauce, el trabajo en la iglesia continuó. Dios levantó una linda congregación en ese tiempo, no sólo con personas de Primer Paso, sino de poblados vecinos.

Todavía no podemos entender de qué manera pudimos atender, simultáneamente, los desafíos del avivamiento en nuestra iglesia, y las cada vez más crecientes demandas que el trabajo de EDISUB, nos planteaba. El número de alumnos seguía creciendo. De todas partes de la Isla, llegaban los testimonios del quehacer cotidiano de coordinadores, monitores y alumnos. Las visitas que, desde el año anterior, realizábamos a las diferentes secciones, nos mostraban los avances que se estaban produciendo a pasos agigantados. El trabajo en la oficina se hacía más complejo. A eso se añadía que seguíamos preparando y editando los materiales didácticos de las nuevas materias que los alumnos tenían que estudiar. Sólo podemos decir que la mano de Dios estuvo poderosamente sobre nosotros. Él nos fortaleció, nos ayudó, y nos abrió camino para seguir adelante.

Al pasar los años, y ver la manera en que la obra de Dios ha crecido y se ha extendido, en Cuba, podemos glorificar al Señor, por Su presciencia y por Su providencia. Desde la eternidad, Él sabía el día y la hora del inicio de ese tremendo mover de Su Espíritu, que traería como resultado el crecimiento, sin precedentes, de Su Obra, en nuestra amada Cuba. Desde la eternidad, Él hizo provisión para que la abundante mies no se perdiera. En el justo momento, ni antes ni después, Él proveyó el medio para la preparación de obreros para esa mies: EDISUB.


Los primeros frutos…

Estábamos sentados en la sala de nuestra casa, en la ciudad de San Rafael, provincia de Mendoza, República Argentina. Nuestros corazones vibraban de emoción, nuestros ojos estaban húmedos por las lágrimas. A través del hermano Ricardo Nicholson, a la sazón misionero en Argentina, el hermano Humberto Martínez Sabó nos había enviado una grabación de la primera graduación del EDISUB. El gozo se entrelazaba con la nostalgia; la alegría de esa especie de reencuentro virtual, con la tristeza de la ausencia.
Corría el año 1991. Dos años antes, Dios nos había abierto la puerta para la obra misionera, en Argentina. Habíamos salido de Cuba, dejando atrás afectos, dejando atrás una queridísima congregación en crecimiento, dejando atrás a nuestro amado EDISUB, para cumplir con el llamado del Señor. Y ahora estábamos allí, viendo desfilar, por el largo pasillo central del templo Aleluya, de la ciudad de Camagüey, a cada uno de los primeros 120 graduandos. ¡Cuántas caras conocidas, cuántos rostros queridos cruzaban frente a nuestros ojos! En la distancia, estábamos mirando los primeros frutos de aquella labor que había comenzado allá, a mediados de 1986.


EDISUB… hasta que Él venga.


Zimbawe. Hace unos pocos años atrás, los directivos de las Asambleas de Dios, en ese país africano, fueron sorprendidos con una visita inusitada. Algunos jóvenes pastores pidieron la afiliación de sus iglesias a esa denominación. Ellos dijeron haber estudiado en algo llamado “EDISUB”, durante su tiempo de estudios seculares, en Cuba. Dijeron que ese era el programa de estudios que las Asambleas de Dios tenían en el país caribeño. Después de haber regresado a su país natal, con un título universitario bajo un brazo, y el diploma de EDISUB, bajo el otro, algunos de aquellos diez graduados zimbawenses, en la primera graduación, habían comenzado a predicar el Evangelio, y habían levantado congregaciones que estaban en franco crecimiento. Sin pérdida de tiempo, los directivos asambleístas realizaron una llamada a las oficinas centrales de las Asambleas norteamericanas, en Springfield, Missouri. La persona que atendió el teléfono no conocía acerca de lo que le estaban preguntando pero, providencialmente, un hermano que estaba, en ese momento, en la oficina, escuchó la conversación y comunicó que él sí podía dar referencias sobre EDISUB…

Supimos este testimonio hace un tiempo atrás, a través del hermano Floyd Woodworth. Este constituye sólo una pequeña muestra del alcance de nuestro amado EDISUB. Nos preguntamos cuántos testimonios más se habrán ido hilvanando y seguirán hilvanándose en las hebras del tiempo. Solo el Señor lo sabe. De lo que sí estamos convencidos es que, después de veinte años, el alcance, las consecuencias, los resultados, los frutos de EDISUB, seguirán hasta que Cristo venga. Y aún perdurarán por la eternidad, en las almas alcanzadas, mediante la predicación del Evangelio, realizada por los ya miles de siervos de Dios que han salido de las filas de este programa de preparación ministerial, nacido – de eso estamos convencidos – en el corazón de Dios.

Toda la gloria, toda la honra y toda la alabanza sean para Aquel, que merece todo el honor: Jesucristo, nuestro Dios y Señor. AMÉN.



Alba L. Llanes.
Rancho Cucamonga, California.
Diciembre de 2006.

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El pastor Llanes

El pastor Llanes
El pastor Llanes y un grupo de alumnos de 3o. año, del Instituto Bíblico Patagónico (Gaiman, Chubut, Rep. Argentina). El pastor Llanes está en la primera fila, agachado. Lleva abrigo negro.

Directiva de EDISUB, en la actualidad

Directiva de EDISUB, en la actualidad
En la segunda fila, al centro, el Director de EDISUB, Osmani Cruz Ferrer